martes, 1 de marzo de 2011

Hace mucho que no hablo con él. Lo sorprendente es que en vez de sentirme triste, me siento más libre. De pronto veo muy claro y la vida se me hace más fácil. Entiendo ahora que las trabas me las ponía yo, que no existían realmente. Me sorprendo queriendo hacer cosas, queriendo estar bien. Cuando está soy habitante de un pueblo fantasma, me siento rodeada de un paisaje turbio y seducida por las vías de un tren que me invitan a dormir sobre ellas.
Él desapareció por semanas, y fue tiempo suficiente para respirar nuevos aires. Avanzar con la persona que quiero, me ayudó bastante a diferenciar que amor, sexo, amistad y ternura no son lo mismo y que algunos conceptos se rechazan entre sí, son incompatibles. Hoy busco otro tipo de relación, porque la que yo anhelo no funciona, al menos por ahora.
Supongo que este tiempo me lo está concediendo, porque le asusta mi estado y no quiere hacerse cargo del porcentaje de responsabilidad que le corresponde. Donde antes había enfermedad, pasión y locura, ahora hay esperanza y paz. No me doy por vencida, pero él me da un espacio para rever la historia desde otro ángulo, apartada del mundo. Y me veo destrozada, profundamente herida, sintinéndome libre pero sabiéndome esclava.

¿Importa reconocer cuál es el límite? Yo no lo reconozco, pero mi mente hace un "clic" que indica peligro: "o parás ahora o el suicidio es inminente". Y ese clic es orgánico, yo no lo elijo; lo hace mi cuerpo por instinto (de conservación, claro)

No hay comentarios:

Publicar un comentario